Marosa di Giorgio por Fernanda García Lao
Clase en vivo
Invitamos a Fernanda García Lao para hablar de Marosa di Giorgio. Leeremos juntas algunos pasajes de los Papeles salvajes, la culminación de su obra poética. Fernanda nos acercará al bagaje estético y formal que construyó a di Giorgio como escritora y lectora. Esto es lo que dice Fernanda García Lao de Marosa di Giorgio:
«Extravagante, neobarrosa o surreal, Marosa Di Giorgio ha sido calificada de todo menos de sencilla. Es parte esencial del inventario de escritoras Raras de la literatura del Rio de la Plata. Su poesía arde, es libidinosa y mística, recrea mil veces el escenario mítico de la infancia, un vergel donde el sacrificio y lo aciago conviven en fervoroso caos con mariposas, diamelas siniestras o murciélagos como parte de la familia.
En cada párrafo, nos perturba la belleza de su universo y la sintaxis, ese terreno fantástico con el que recreó su infancia en Salto, habitada de criaturas de chacra y biblioteca. Lectora de Poe, de Dylan Thomas, de Delmira Agustini, Marosa di Giorgio inventa un universo del que es única recitatriz, hada oscura y demiurga desconcertante.»
Marosa di Giorgio
nuestra maestra
Marosa di Giorgio (1932-2004) nació en Salto, Uruguay. La nombraron María Rosa y ella decidió unir ambos nombres en uno.
Es la inclasificable. Su prosa poética llena de fantasía ha sido siempre escurridiza para las etiquetas. Se la considera una de las poetas latinoamericanas más originales del s.XX.
Publicó su primer libro, Poemas, en 1953. Los papeles salvajes (Adriana Hidalgo Editora, 2000) compila su obra poética.
Aquí uno de sus poemas- fábula:
«Cuando yo era lechuza observaba todo con mi pupila caliente y fría; no se me perdió ningún ser, ninguna cosa. Floté delante del que pasara por el campo, la doble capa abierta, las piernas blancas, entreabiertas; como una mujer. Y antes de que diese el grito petrificante, todos huían al monte de oro, al monte de las sombras, diciendo: ¿Y eso en medio del aire como una estrella?
Pero también, era una niña allá en la casa.
Mamá guardó para sí el misterio.
Y miraba a Dios llorando.»
Fernanda García Lao

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